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Perfil científico-humanista, artístico-cultural y lectogramático. Ciudadano mexicano global 2.0

Interpretando dos textos filosóficos de Husserl


Rómulo Pardo Urías

17 de julio de 2018

Lectura e interpretación de textos filosóficos

Dr. Agustín Jacinto Zavala

Centro de Estudios de las Tradiciones/ El Colegio de Michoacán

Primeramente el texto Renovación como problema ético individual asoma una postura que controvierte el significado ontológico del individuo y su condición relacional en términos de conjunción social. El problema de la renovación incide en las dimensiones de la transformación práctica y de la reflexión axiológica y ética, donde la ética es más que la filosofía moral, pero se moviliza por el imperativo categórico del bien, de lo justo y de lo bello. Husserl indaga esencialidades respecto a los linderos entre la participación individual en la construcción social y los conjuntos de valores que señala caminos para la acción racional práctica. La ética como el deber ser es profundamente un anclaje dentro de las condiciones de estructuración de la voluntad y de los actos, dando sitio a una proyección que escinde lo cultural en lo individual y lo humano, en lo deseable infinito y lo pecaminoso indeseable, inmoral. La cultura es cultura en el ser individual pero trasciende las dimensiones ónticas para trasladarse a una composición colectiva, supranacional o comunitaria en el sentido de lo común, de lo compartido. ¿Es el deber ser un deber actuar según un modelo esencial categóricamente definido? Sus condiciones son el cambio desde el individuo hasta la colectividad o conjunto de individuos, distinguiendo los flujos y transformaciones orgánicas naturales de las conductuales y culturales.

Al parecer Husserl descompone la razón práctica en una configuración escénica que tilda de humanidad, pero también inscribe en el seno de la reflexión filosófica, en tanto ciencia universal, la crítica a las ciencias exactas positivas. El arte, las ciencias, la filosofía, tejen unidades conductuales que son particulares de las voliciones rectas, definidas y establecidas a partir de una condición vocacional, pero también, reflexivamente, respecto a una norma general de comportamiento, común y compartida.

El mundo de los hombres se distingue del mundo de los animales respecto a su acción racional no inocente ni orgánica, sino embebida en flujos y caudales axiológicos, donde el valor de los hechos es más primordial que el valor de las condiciones negativas que representan la duda y la crítica. Sin embargo, en el ejercicio racional no puede asumirse una postura estrictamente universal ni abstracta rotundamente, pues la constante es el cambio, que en el caso de los hombres debe ser conducido, practicado, ejecutado, racionalmente. El rol y la función de la razón no es prescriptivo ni exclusivamente analítico sino condicional, definitorio de conductas, de prácticas, por ende la razón práctica carece de significación unívoca y universalista, sin retirar el rol de lo universal de su sentido intrínsenco en tanto valor de acción.

Para Husserl queda claro el hecho de que el actuar humano, en el punto de crisis que se encuentra el siglo XX, habla de la descomposición, de la decadencia, de la pérdida de sentido, intra y extra especiminal, en la que Europa carece ya de significado positivo. En esa medida la renovación no es únicamente un cambiar por cambiar sino un cambiar para mejorar, un ascenso, un apego a la modernidad en su condición progresiva, ascendente e ilustrada, como mejora de las condiciones materiales, cognoscitivas, conductuales, que definen a la ética y el comportamiento ético como el único posible en el escenario social. Entonces lo ético en tanto deber ser no es restricción para el ejercicio de la política, en su sentido de polis y ciudadanía, pero también en su dimensión de poder y ejercicio de las potencialidades humanas para la organización racional de la vida común. Esta racionalidad inherente a la conducta ética es una condiciones sine qua non para el desenvolvimiento de la humanidad. Por consiguiente, parece retomarse el principio de la areté y la paideia griegas, como instrumentación educativa para la construcción de ciudadanos en posibilidad de compaginar sus mejoras inmateriales y materiales con el proyecto de un futuro de infinitas posibilidades realizativas pero unívocamente realizadas.

El tema de la voluntad es crucial porque no hay ética sin voluntad, como no hay colectividad sin voluntad, ni hay valores sin voluntad, igual que no hay mejoría, en tanto acceso a lo justo, lo recto, lo bueno, sin voluntad. La voluntad es un producto y una esencia, es un valor apriorístico del hombre, que se define en su devenir orgánico espiritual y que se adapta a su evolución orgánica natural. La dicotomía naturaleza/cultura funge entonces como emblema distintivo que además de rotular la separación del individuo paradisiaco, inocente, irracional y orgánica, del individuo racional, ascendente y en busca de mejoras, fragmenta y estratifica los nodos de la razón práctica y potencia sus dimensiones.

Volviendo al tema del individuo como eje de la articulación ética para Husserl es fundamental la realización individual a partir del desdoblamiento de la autoconsciencia, es decir, la posibilidad en la que el sujeto se afirma y potencia en su desdoblamiento autoreflexivo, autopoiíetico, autoconstructivo, no en mero autoreferencialismo o una mera autoespeculación sino en una autoafirmación consciente, propia. Esta autoafirmación brinda soporte a la razón práctica y solidifica la dimensión del juicio racional, brinda identidad y se constituye en argamasa de la acción individual a partir del imperativo categórico apriorístico del hombre ético y su conducta ética. Por consiguiente el individuo real es el autoconsciente, el que rompe su dimensión egótica y se inserta en su dimensión colectiva, pero no como líder o mero reflejo de sus instintos y valoraciones sino como instrumento formativo y de mejoramiento de la humanidad. ¿Husserl entonces concibe la nulidad de la vida inmoral como nulidad del ser y del individuo en su fenomenología ética? Las distinciones entre voluntad y valores, entre acción y razón, entre autoconsciencia y consciencia social, son claves importantes para la impronta husserliana. ¿Hay autoreflexión en la nulidad ontológica? ¿La nulidad ontológica es la ruptura mediante la negatividad de la duda y la crítica de la unidad cognoscitiva que racionalmente impone un pragmatismo conductual? El sujeto también es contingente, también es distintivo, también es particularidad inserta en la generalidad. El principio esencial, entonces, es el hecho infinito de la realización de valores universales en los sujetos individuales que componen colectividades ensambladas de por ellos mismos. Es una mismidad refleja y autoconcebida, que percibe la identidad de la razón práctica y el imperativo categórico en vías de promulgar en ethos de diferenciación radicalmente inmejorable pero siempre perfectible. ¿No es acaso una fundamentación en el mito racional de occidente lo que mueve a Husserl a definir la acción en términos de los principios básicos del idealismo alemán? Al parecer el autor señala una postura optimista contra el escepticismo, pero a partir de la auto-realización, como una autoprofecia cumplida desde la fusión del horizonte de sentido particular y universal. En ese nivel la teleología responde a las capacidades articulatorias de la conducta y la consciencia, en vías de la potencia de la mejora, como único destino, alcanzado en la entidad trascendental de Dios, lo perfecto realizado.

En su apartado Renovación y ciencia Husserl prosigue su argumentación respecto a las condiciones del hombre ético en una lógica de progresión, mejoramiento y ascenso, de mejora, hacia un estado de verdad, bondad, belleza y rectitud justa a partir del imperativo categórico. Husserl consigue hilvanar entonces lo relacional entre el ser subjetivo individual y el ser subjetivo colectivo, donde la ética está permeada por la condición de estudio científico esencial y apriorístico del comportamiento ético, del deber ser en atribuido a un conjunto de valores originados en una proto-fundación, un origen que caracteriza el paso del hombre de su dimensión orgánica animal a su condición espiritual trascendental y cultural. Lo que subyace a esta problemática es el tema de la libertad para elegir la conducta apropiada en su condicionamiento de ascenso y mejora individual y colectiva, su instrumentación práctica a partir de la elección libre pero autoconsciente de los conjuntos axiomáticos y conductuales. Por ello es prioridad el estudio científico de las esencias que dotan de significado al hombre ético, en vías de consolidar su acción y participación colectiva. En esta investigación científica es el estamento de los filósofos el que se erige como el de la ciencia universal y el que define y establece los parámetros del deber ser.

Husserl parece maniobrar en una dirección crítica de la decadencia y el escepticismo nuevamente, relacionando el hecho de la singularidad individual y la subjetividad colectiva desde un horizonte en el cual se enaltece una teleología que procura, desde la conducta ética, una ethos de verdad y rectitud, de justicia y ascenso, de concreción de las potencias de la humanitas como figura arquetípica del ser individual y social. La humanitas es entonces una forma de elaboración en la que se prefigura la conducta y queda establecida la dominación y trascendencia de un estado primitivo o natural, animal, generando un desarrollo espiritual y construyendo, en el fluir y devenir del cambio, las estructuras pertinentes para la transformación material e inmaterial del hombre.

La vida humana, por tanto, es indisociable de su condición y conducta ética, siempre que la configuración de los actos y su consecución estriban en una actitud de verdad frente a la normativa de una horizontalidad de posibilidades finitas en una axiología infinita que deriva en la capacidad electiva del ser humano para efectuar su comportamiento ético. El deber ser entonces es más que un aparato conductual aunque siempre se vislumbre su articulación en este nivel y sentido.

¿Cuál es la autenticidad que Husserl proporciona al actuar normado en función de su condición ética? Auténticamente el actuar ético representa una solidez y un refinamiento individual que se conquista en lo colectivo. Es una proporcionalidad oscilante entre los constructos ínfimos, disvalorativos, anulados en su concreción decadente, y la autoridad de patrones y comportamientos en busca de la ascensión y el conquistar, mediante la razón práctica, la cima del bien, de la verdad, de la belleza y de la bondad. Por consiguiente el planteamiento de Husserl es optimista y positivo, pero siempre anclado en la contradicción inherente a la especie como refutación de sí misma, como dubitación y actuación, como elección inscrita en las capacidades autoconscientes, individuales y sociales.

El problema de la renovación estaría cimentado entonces en la capacidad de aprehensión y conocimiento científico, filosófica y culturalmente, de la esencia del deber ser y del comportamiento ético. Renovarse no es entonces un cambiar por cambiar o un transformar por transformar sino un actuar hacia fines y metas, hacia objetivos, más elevados, trascendentales y apropiados a las condiciones históricas. Lo colectivo y lo individual cambian, lo axiológico y lo normativo cambian, lo conductual y lo universal no pueden ser objetos de cambio sin una previa revisión. Por lo tanto renovarse es conseguir establecer los lineamientos y las pautas para definir la acción, definir la elección, definir, desde una concreción racional, la empiria y el hacer. Por ello la impronta de la renovación va más allá de la propulsión ontológica y se inserta en el condicionamiento mismo del actuar, en la puesta en marcha de la conducta ética que derivará en una mejoría, en una capacidad de trascendencia supraestatal o supranacional en tanto delinea, mediante el fluir y el acto mismo regulado y normado universalmente, el comportamiento de las subjetividades en su dimensión social y particular.

Respecto a las posibilidades interpretativas de los textos de Husserl puede advertirse que se trata de planteamientos unificadores desde la fenomenología de la dimensión teórica y la dimensión práctica, mediada por la condición racional definitoria de lo humano. El valor de la humanidad como entidad supraindividual, colectiva, ilustrada y política, incide en el planteamiento de la mejoría trascendental de la conducta. No parece haber remanentes respecto a la coroporeidad de la malignidad sino como residuos de un actuar que se describe en su movimiento decadente como vacío de ética. Por ello es importante distinguir que la ciencia y la cultura, en su elaboración filosófica, son capacidades exclusivas del humano, y que la averiguación de estas capacidades con fines éticos y de comportamiento referido al deber ser son unívocos. En esa medida, actuar es ejercer un derecho ganado, construido y asimilado. Actuar es decidir, actuar es conducirse de acuerdo a lo más alto y elevado de los conjuntos axiológicos y valorativos conocidos por el hombre. Por ello no puede tomarse a la ligera el actuar y los elementos propios de su ser, de su articulación como instrumentación de potencias realizadas y por realizar. De ahí que la dualidad entre la teoría y la empiria no pueda disolverse sencillamente en un actuar instintivo o meramente racional y que deba, por tanto, ser objeto de una investigación profunda, sólida y de raigambre filosófica.

La investigación parte entonces de la teleología que indica una trayectoria de linealidad ascendente, donde entonces se percibe la condición de modernidad, de progresividad, de trascendencia histórica y social del individuo en función de la capacidad de refinamiento y mejoramiento de los valores y sus reglas operativas.

Esto pone en evidencia la concreción que oscila en la dicotomía barbarie/civilización, en la dualidad entre el comportamiento animal del hombre y su comportamiento cultural. Los vestigios de su acción no son impedimento para su concreción, para su ascenso. Por ello la ética es tan importante como planteamiento factual y como elaboración conductual, porque es a partir del hacer ético que la especie se define a sí misma como racional. La razón entonces no es meramente una abstracción o un constructo teórico sin verificación ni materialidad o un fin en sí mismo sino, además, un vehículo que irradia, enmarca y define la conducción de los actos humanos.

Dentro de mi perspectiva creo que Husserl muestra con detenimiento y claridad el hecho de la relevancia de la ética como sistema modelador de comportamientos, primero, pero también como instrumento de diferenciación social e individual. El hombre ético cobra entonces relevancia cuando se inscribe en la pragmática del bien hacer. Lo verdadero es entonces objetivo porque es compartido, como la bondad es buena porque es compartida, donde lo común se eleva a una condición categórica, la de la autoconsciencia. Es mediante este procedimiento que el hombre, que la humanidad, puede alcanzar otros estados, otras formulaciones, otras condiciones vitales.

Otro de los temas nodales en los textos de Husserl es la relación entre el sujeto ético, individual y social, y su perfil en el seno de la libertad. La libertad no es una condición reificada o cosificada sino más bien un valor vivo, cambiante. La libertad, como la razón, dimensiona el hacer y el actuar humano, lo dota de sentido, lo cobija y arropa en un punto de inflexión que igualmente define a la especie. Es entonces curioso que la libertad no sea vista como una cualidad únicamente sino como una tendencia, como elección.

Así, el ser ético deviene en ser práctico, libre y racional, electivo y ciudadano.

No hay duda por ello de que se trata de una filosofía ilustrada, moderna, siempre que se entienda por modernidad el ascenso, el progreso, mediante una ciencia racional y una instrumentación autónoma del conocimiento en vías de alcanzar una mejoría humana.

Dudo un poco de la aplicabilidad en el presente de las ideas de Husserl, aunque como modelo ético representa un avance cierto en cuanto que da pautas para definir a la ética como conducta.

Pienso entonces que la tragedia de la guerra puede muy bien responder a lo opuesto del planteamiento de Husserl, como lo dice muy bien en la introducción a los textos Guillermo Hoyos. Pero me queda la duda de si en su modelo filosófico hay algo más que una intencionalidad vitalista u optimista que reduzca la acción a un comportamiento unidireccional. Porque si la filosofía ética de Husserl apunta caminos para un buen actuar y toma en cuenta las condiciones contradictorias de la especie, también puede caer en una asimilación de lo optimista como única forma de salir del atolladero de la barbarie mientras que en sí misma la civilización, el capitalismo, la vía imperialista, conlleva contradicciones inherentes que son insolubles.

Pero en su texto precedente ya Husserl advertía sobre la distinción entre la vía comunista, no en el sentido marxista, y la vía imperialista, en el sentido definido por la liberación individual, donde queda patente la realización de la ética como sistema y como práctica. Por lo tanto, el problema es mucho mayor que la rotulación adjetivada de lo común y de lo autónomo, de lo nacional y lo estatal frente a lo supranacional y supraestatal. Es más bien el hecho de la necesaria universalidad de la normativa que orienta el actuar y el hacer.

Entonces la vía imperialista, supranacional, ostenta una condición particular en la construcción de modelos éticos. Para Husserl no habría diversidad más que en las posibilidades y no en las elecciones del acto, no habría muchas éticas, sino una sola. Entonces la ética de Husserl señala los lineamientos propios de un conductismo que rompe su condición egótica individual para insertarse en una dimensión social intercalada entre el bien común y el bien individual. La ética sería entonces la concreción de los impulsos culturales del buen individuo que darían por resultado el buen sujeto colectivo.

Finalmente creo relevante mencionar que dentro de la lectura de Husserl se advierten los ejes dinámicos de la transformación desde un particularismo que demarca, en su acción, lo específico del deber ser y lo concreto de la subjetividad. El sujeto colectivo es más que una unión de individuos, pero en sí está constituido por una unión de individualidades que ejercen su potestad para ser en el escenario apropiado el buen individuo.

Todo se amplía cuando se inserta en el marco de un contexto histórico crítico, aunque en la ética de Husserl no parece haber lugar para la condición crítica del hombre, salvo en el caso de que la crítica representa una negatividad que puede orientar el esclarecimiento de la razón misma.

Para finalizar considero relevante el hecho de que Husserl atine en mencionar que la renovación es práctica, ejecutoria y factual, porque no se trata, como dice en su texto de la renovación y la ciencia, de una aplicación del modelo idealista kantiano a secas, sino de que el imperativo categórico se ajusta, se adapta, se perfila en el horizonte cultural humano.

Así, la realización de la ética está claramente definida, ampliamente problematizada, concretada en un itinerario que pese a sus inestabilidades es perfectible. Por lo tanto la ética esparce, en tanto investigación filosófica, códigos de comportamiento deseable en vías de localizar, focalizar y efectuar el ideal del imperativo categórico: ser objetivo y verdadero, ser recto y justo, ser bondadoso, ser bello.

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